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Es la selección, no el país

Es la selección, no el país

México
© afp México

No debió ser así. Ni por México ni por la Selección. El juego quiso dejar de ser fin para convertirse en medio. La mercadotecnia comprometía mientras el fútbol patrocinaba la oportunidad. 
Si el equipo representaba al país, como se escucha previo a cada partido, más valía el ejemplo que la victoria. 
Lo primero urgía para creer, lo segundo podía esperar hasta la siguiente Copa Oro. Al final, el jugador le ganó al humano; el equipo de futbol al ejército patriota que se supone que es.
México ha dejado de creer. En la cancha y fuera de ella. No hay triunfo sin trampa; no hay victoria sin maña. La Selección pudo dejar de ser comodina, cumplir con la promesa que desde los spots se impregna en la sociedad. 
Postergó la ocasión sin fecha específica para validarse como representante de la nación. Ganó con egoísmo. Apeló a la supervivencia del competidor e ignoró el compromiso bajo el que se envuelve para atraer a multitudes. 
Eligió su terreno para desprenderse del que desde los medios y la sociedad se le ha adjudicado. Huyó despavorida ante la responsabilidad de ser algo más que unos profesionales de la pelota.
Se pierde ganando. La Selección arruinó la oportunidad. A México le faltan triunfos, pero le urgen revoluciones morales. Ante el dilema, Guardado optó por el deber en detrimento de la conciencia. 
Canjeó entonces la eternidad del Fair Play por la fugacidad del triunfo. 
El gol no se cantó, murió antes de nacer. No debió ser así. Ni por México ni por la Selección, que hoy decidió ser sólo un equipo de futbol.

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